Solo una observación profunda, paciente, metódica y reflexiva es capaz de transmitir el paisaje al modo que lo hace Dávila.

A través del uso del acrílico con técnicas como el estarcido, la mancha, la transparencia y la carga matérica, es posible retratar la atmósfera y los elementos que componen la naturaleza, evidenciando su maestría en el oficio de pintor.

Mauricio recorre el terruño buscando imágenes y sensaciones, toma apuntes in situ y recrea la experiencia espacial.

El espectador es trasladado a esos paisajes que se observan con la retina y se transitan con el alma.

La mimesis aquí no está dada solo por la imagen que guarda una estrecha relación con la realidad observada, sino por la vivencia que otorga la observación de esa realidad.

Mauricio abre ventanas a la naturaleza a través de su obra y somos invitados a recorrer esos espacios.

Si uno es capaz de observar la obra el tiempo suficiente para dejarse inundar por lo sensorial, es posible escuchar trinos y percibir el aroma a jarilla del paisaje sanjuanino.